lunes, 28 de octubre de 2013

Evaluar la actitud

Uno de los aspectos más subjetivos en la evaluación (ya de por sí subjetiva) se halla en la nota de actitud. Unos profesores piden libretas impecables, con determinados requisitos de formato y un silencio sepulcral en clase excepto cuando se levanta la mano. Otros piden trabajos voluntarios y llevan un complejo sistema de positivos y negativos. Hay quien pide por sorpresa algunos deberes y quien realiza determinadas actividades para ganar décimas. Alguno valora sobre todo el respeto y alguno la capacidad de cuestionarse las cosas. En determinados colegios se contemplan aspectos como no llevar chicle o móvil e incluso el vestir y en otros que colaboren todos los miembros del equipo en una tarea concreta. Lo peor para algunos es romper el ritmo de la clase y para otros la pasividad.

La actitud tiene un porcentaje oficial pero además se cuenta de otras maneras: en determinados departamentos la nota de "trabajo de clase" tiene mucho peso y complementa a los exámenes, en muchos casos la diferencia entre dos calificaciones depende de la actitud aunque no se diga ("no llega pero le apruebo porque se lo trabaja" o "le suspendo porque no hace nada", con ese poder sancionador y personalismo que no debería existir) y la relación personal con el alumno y su entorno condiciona los comentarios en la junta (atenuantes por situación familiar, agravantes por un conflicto).

Siempre he creído que la actitud debe contarse en la nota porque evaluamos procesos y no solo resultados pero hay que vigilar para que la subjetividad, inevitable, no se convierta en pura arbitrariedad. Para ello es necesario consensuar criterios con los compañeros y detallar muy bien los elementos de evaluación desde el primer día de curso, de modo que los alumnos sepan perfectamente qué se les pide y puedan reclamar cuando la nota no se ajuste a lo acordado.

sábado, 19 de octubre de 2013

Salidas didácticas

Los museos tienen siempre un departamento didáctico, igual que los teatros, entidades un poco grandes y cualquier establecimiento cultural. En la mayoría de casos sus profesionales no conocen mucho el mundo educativo y simplemente publican un dossier o dos al año esperando que los escolares les llenen sus salas y espectáculos, en una época donde se sale menos de los centros (crisis, desencanto de los profesores por los recortes, más alumnos por aulas, bajas no cubiertas, currículos cada vez más inacabables....).

Creo que sería mejor que hubiese especialistas que se dedicasen a crear puentes entre el colegio y el mundo cultural y asociativo con propuestas realistas y que siguiesen el programa oficial, es decir, que no fueran una especie de lujo que poder hacer solamente si hay tiempo o por parte de docentes motivados. También habría que cambiar los horarios escolares para que hubiera días fijos para salir de las paredes y hacer una enseñanza más real. Es más lógico aprender sobre arte viendo el cuadro en directo, conocer de primera mano la experiencia de un profesional de la tecnología o asistir a conciertos en música que trabajar en un aula con un libro de texto simplemente. Si se estableciera un día cada quince o cada mes donde hubiera una salida, rotando entre materias, junto a propuestas ya fáciles de aplicar para esos días, se promovería un aprendizaje mucho más vivencial, ya aque esas salidas serían el inicio o centro de proyectos rotativos integrados en el territorio, ligados a fechas especiales o acontecimientos de actualidad. Los alumnos verían que lo que aprenden tiene sentido y la organización, al ser fija, sería más sencilla para los centros, destinando parte de las horas no semanales de los profesores por turnos.

Así además se incrementaría el poder educativo de esas salidas, porque ir a la playa o a un parque de atracciones (las excursiones estrella) pueden ser muy formativas para la cohesión y aspectos tutoriales pero mucho menos para las materias. ¿Por qué no integrarlo todo?

lunes, 14 de octubre de 2013

La FP básica es un engaño

La FP básica es un engaño. Sirve para camuflar el abandono escolar y el fracaso ( ya que se considerará su consecución como equivalente al graduado), supone un inicio de retorno a la elección segregadora a los 14 años que había en la EGB y que los socialistas ya emprendieron, es un itinerario paralelo con los peores estudiantes que aliviarán las aulas de secundaria pero se concentrarán todos en una misma clase, será un título devaluado con poca inserción en un mundo que cafa vez exige más cualificación (ya hay problemas con la FP de grado medio, imaginemos una peor considerada), sus costes de manutención dificultarán el acceso a los ciclos superiores (más cursos a repartir el pastel de la formación profesional y estas clases son más caras que las de secundaria por la parte práctica), incitan la bajada de nivel en cursos anteriores con los itinerarios "aplicados" en una etapa tan complicada como la adolescencia, es casi imposible el retorno al sistema estandarizado, estropea aún más los PCPI que son un aparcaniños en vez de cursos prelaborales, empeorará la imagen global de la FP cuando se necesita justo lo contrario, aumenta el poder sancionador y derivatorio de los equipos de orientación que se pueden cebar en los menos favorecidos y disminuye la cultura general de la población al permitir que más jóvenes abandonen la escuela sin una formación mínima que se supone que garantiza la ESO. En definitiva, un engaño en mayúsculas que esperemos que dure poco cuando la oposición derogue la LOMCE. Pero me temo que será una de las cosas que se mantendrán, tal y como actúan los dirigentes políticos de todos los signos.

viernes, 4 de octubre de 2013

¿Menos bachilleratos?

El proyecto LOMCE en su estadio actual ha vuelto a levantar la polémica por eliminar las matemáticas como obligatorias para alumnos que después pueden cursar empresariales, un aspecto que será corregido sin duda pero que no soluciona su causa: se reducen las opciones de los bachilleratos. Los tres bachilleratos son ciencias, humanidades y sociales y artes.

Llama la atención que se agrupen todas las ciencias en un solo itinerario, como si medicina tuviera mucho que ver con arquitectura o ingeniería eléctrica. También que se igualen humanidades y ciencias sociales, suponiendo que el perfil de quien quiere cursar filología y economía es idéntico. Y por último un descompensado bachillerato de artes, que no es ni ciencias ni letras y que se prevé de escasa oferta como ocurre actualmente.

Debería tenderse justo a lo contrario: permitir que cada uno elaborase su itinerario, sin ofertas rígidas. Un futuro arquitecto cogería matemáticas y dibujo técnico de una  opción pero también dibujo artístico e historia del arte de la otra, por ejemplo. Se eliminaría la falsa división entre ciencias y letras que tanto daño está haciendo a los estudios humanísticos, considerados menos útiles. Los centros tendrían clases con menor ratio y posibilidad de personalizar más cada tema. Podría cambiarse de elección entre primer y segundo curso sin tanto problema como ahora en una edad donde no está nada claro qué quiere hacerse después. Podrían ofertarse materias que ahora han quedado eliminadas o relegadas del proyecto, según los criterios de cada instituto, que marcaría carácter propio. Se acabarían muchas peleas entre departamentos por las horas, al caber todas las opciones. Se atraería a ciertos alumnos que no encuentran nada de su gusto en el bachillerato. No entiendo por qué entonces el gobierno decide justo lo contrario: poner vías más rígidas hacia estudios superiores en una época de polivalencia creciente y campos interdisciplinares.