Aunque haya orientadores en los centros y un buen programa de presentación de las salidas después de la ESO, con charlas sobre ciclos y bachilleratos, a menudo desde la tutoría tenemos que orientar a algunos alumnos que viven con angustia el fin de la secundaria o que no saben qué carrera escoger al terminar el instituto. Es un momento de muchas dudas.
Hay páginas que ofrecen recursos suplementarios, pero lo que buscan muchas veces estos alumnos es nuestro consejo y no sabemos ni por dónde empezar
- "¿Pero tú quieres estudiar más?" "Hombre, no, pero algo he de hacer, mis padres me matan si no"
- "¿No hay nada que te guste?" "No, nada especial, no sé"
-"¿En qué te ves trabajando?" "En nada, no tengo ni idea"
Estos diálogos seguro que os suenan. Es bueno coger el listado de asignaturas del bachillerato, ciclo o la carrera que puede gustarle y comentarlas despacio, explicarle qué se hace en tal o cual trabajo (muchas veces tienen una idea muy vaga del día a día de una profesión), intentar que explique sus hobbies y ver si hay alguno que ligue con algún estudio, pasarle tests de orientación, preguntarle qué opina la familia y si comparte esa opinión, indagar qué quería ser de pequeño y por qué ya no, clasificar los tipos de trabajo (en oficina, fuera, con personas, algo manual, algo de ciencias...) para descartar, establecer prioridades vitales... No se resuelve en una sesión y puede que nos equivoquemos si aconsejamos algo concreto, ellos tienen la última palabra. Eso sí, hay que desdramarizar: no pasa nada si al probar ese trabajo o curso se equivocan, todos tenemos derecho a volver atrás y un año o dos no son nada en una vida.
Y luego están los casos como el que me ha hecho pensar en esta entrada: tengo un alumno que cree saber lo que quiere, aunque tiene dudas. Pero sus padres no aprueban su opción, tiene "pocas salidas" en su opinión y le ofrecieron una carrera alternativa. Ahora el alumno ya no sabe qué coger, no le gusta ninguna de las dos, está desanimado y sin ganas de decidir. Yo le animo directamente a rebelarse e imponer el criterio original, aunque sé que es arriesgado, porque veo claro que en la otra carrera no lo pasará bien. Y me pregunto en base a qué han decidido sus padres que con esto no se ganará la vida.
Comprendo la angustia ante la posibilidad de error, de no saber si es está escogiendo bien. Pero creo que hay que asumir y educar en el riesgo y que ellos tengan claro algo: elegir implica siempre renunciar. Podemos orientarles, darles recursos, aconsejarles, acompañarles, sin embargo son ellos los que deben comprender que tienen que dejar un camino y atreverse a elegir el suyo propio, que ya se van haciendo mayores
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