En la primera evaluación las notas suelen ser peores que al final: los alumnos aún no se han acostumbrado a su nuevo curso o etapa, vienen de verano con lagunas y nosotros somos más exigentes esperando que dando "un toque de atención" trabajen más. O puede ser visto al revés, al final de curso se regalan determinados aprobados porque las consecuencias de una repetición serían peores. Pero siempre queda un descontento sobre la evaluación.
Abundan las voces que dicen que deberíamos "gamificar" las notas, creando un sistema de retos como ya hacen algunas universidades. Me genera dudas
- ¿Un alumno que destaque en una parte de la asignatura pero sea pésimo (o no trabaje) las otras debe aprobar?
- ¿Los porcentajes de cada ítem (trabajo, examen...) no funcionan ya como esas "badges"?
- ¿En todas las asignaturas y niveles es igual de aplicable?
- ¿Los alumnos pueden escoger no hacer parte del currículo?
- ¿Todos los alumnos entrarían en un sistema así de abierto o les generaría más estrés por no saber bien qué deben hacer? Pienso en los menos autónomos
- ¿Incrementaría el trabajo en casa o lo disminuiría?
- ¿Cómo traducir luego esos retos a la nota numérica que nos exigen? ¿O sería algo complementario / más informal?
No sé si conocéis estas líneas de evaluación y qué opinión os merecen, pero me gustaría que me lo comentarais.
6 comentarios:
Es bastante novedoso el enfoque, pero no estaría mal probarlo al menos en alguna asignatura o en algún centro, a modo de experiencia piloto y probar todo aquello que funcione. ¿Por qué no?
¡Felices fiestas!
Si pruebas algo parecido, cuéntalo en tu blog, que me interesa. Felices fiestas a ti también
Creo que hay que andar con tiento en este asunto de la evaluación al estilo videojuego. Los factores contextuales son a menudo decisivos y considerar el aula como un entorno virtual con parámetros fijos puede llevarnos a errores. De todos modos, como dice Juliii, estaría bien comprobar los resultados en grupos piloto.
Un saludo.
Si previamente se marcan unos mínimos imprescindibles, no debería haber más problema que el tiempo destinado para preparar y elaborar todo ese trabajo individualizado (que ya es mucho, y por lo que parece que se nos viene encima, casi inviable).
Si utilizáramos las pruebas iniciales o evaluaciones 0 para diseñar propuestas a cada alumno sobre lo que más le convenga para alcanzar su mayor grado de "potencialidad", la formación sería flexible y adaptada: ¿cuántas veces se nos ha dicho que debemos tender a unos procesos lo más individualizados posible de enseñanza-aprendizaje, y por tanto, también de evaluación? Renovarse o morir.
Un saludo.
Toni, comparto esas dudas, como ya he dicho, me parece una propuesta interesante pero que aún debe mejorar mucho para ser aplicable. Y por supuesto como dicen desde Valles y cumbres, personalizando al máximo, no un modelo estándar, sea de juego o cualquier otro, algo que cada vez es más difícil.
Sin entrar a cuestionar la necesidad o no de los exámenes, lo cierto es que se utilizan en exceso y se utilizan mal, causando más perjuicios que beneficios. Porque no es lo mismo estudiar para aprobar un examen que estudiar para aprender; las intenciones, las actitudes y los métodos empleados son muy distintos en uno y otro caso, y lo que se consigue también.
En la práctica diaria, cada maestro debería reflexionar hasta qué punto necesita hacerlos para constatar el progreso de cada alumno. En muchos casos, los grupos son lo suficientemente reducidos como para que esto no sea necesario y el examen se plantea más para tener una prueba material que justifique una nota ante una posible reclamación que para diagnosticar los saberes adquiridos.
Si hay que hacer exámenes, que sean pocos y estén bien planteados, que no requieran memorización sino aplicación de lo que se sabe; que no sean la única ni la principal forma de juzgar. Es más, si fuera posible, que sea el alumno el que decida cuándo quiere examinarse, cuándo considera que está preparado para demostrar que sabe resolver aquello que le piden.
Esto supondría otra forma de organización, una que rompiera el actual sistema de edades y cursos y permitiera que cada alumno dedicara a cada aprendizaje el tiempo que necesitara. Una organización en la que los expedientes académicos no consistieran en una relación numérica de los supuestos éxitos o fracasos conseguidos en cada asignatura, sino en una descripción de los progresos que se han ido realizando. Y estos progresos, por supuesto, serían distintos para cada persona. Una organización en la que no tuvieran sentido las repeticiones de curso, ya que la meta final, el recorrido para llegar a ella y el tiempo para alcanzarla no estarían prefijados.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/examenes
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