Se ha publicado un estudio que analiza los perfiles de los nuevos activistas jóvenes. Destaca que muchas veces entran en política y en diversas entidades a raíz de un hecho concreto que les afecta personalmente: un testimonio, algo local, un acontecimiento histórico. Afirma que las familias de derechas desincentivan estos acercamientos a los movimientos sociales, mientras que las de izquierdas los alientan, al menos en un primer momento.
Una vez en un círculo de activismo, lo que más les mantiene dentro son las relaciones de amistad que establecen con otros miembros. Participan en acciones puntuales y van interiorizando el discurso, ya con catorce años (algo que hemos de considerar en el aula, viendo cómo afecta si es el caso). A partir de los 17 o 18 años se produce un salto cualitativo, los que permanecen en estos círculos alcanzan un mayor nivel de implicación en su gestión y en el tipo de acciones activistas.
A diferencia de las generaciones previas, decrece el número de afiliados a partidos políticos, ya que su visión crítica del sistema les lleva a intentar otras vías de acercamiento a la política. Este trasvase se observa también en el uso de los canales de información: los jóvenes activistas buscan medios no tradicionales y utilizan masivamente la red.
Se confirma entonces que el tópico de que la política no interesa a los jóvenes debe matizarse y mucho. Habrá que analizar los mensajes que se vierten al respecto en las clases, hablando de actualidad pero sin adoctrinar, escuchando sus opiniones y ayudándoles a formar su sentido crítico.
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