El proyecto LOMCE en su estadio actual ha vuelto a levantar la polémica por eliminar las matemáticas como obligatorias para alumnos que después pueden cursar empresariales, un aspecto que será corregido sin duda pero que no soluciona su causa: se reducen las opciones de los bachilleratos. Los tres bachilleratos son ciencias, humanidades y sociales y artes.
Llama la atención que se agrupen todas las ciencias en un solo itinerario, como si medicina tuviera mucho que ver con arquitectura o ingeniería eléctrica. También que se igualen humanidades y ciencias sociales, suponiendo que el perfil de quien quiere cursar filología y economía es idéntico. Y por último un descompensado bachillerato de artes, que no es ni ciencias ni letras y que se prevé de escasa oferta como ocurre actualmente.
Debería tenderse justo a lo contrario: permitir que cada uno elaborase su itinerario, sin ofertas rígidas. Un futuro arquitecto cogería matemáticas y dibujo técnico de una opción pero también dibujo artístico e historia del arte de la otra, por ejemplo. Se eliminaría la falsa división entre ciencias y letras que tanto daño está haciendo a los estudios humanísticos, considerados menos útiles. Los centros tendrían clases con menor ratio y posibilidad de personalizar más cada tema. Podría cambiarse de elección entre primer y segundo curso sin tanto problema como ahora en una edad donde no está nada claro qué quiere hacerse después. Podrían ofertarse materias que ahora han quedado eliminadas o relegadas del proyecto, según los criterios de cada instituto, que marcaría carácter propio. Se acabarían muchas peleas entre departamentos por las horas, al caber todas las opciones. Se atraería a ciertos alumnos que no encuentran nada de su gusto en el bachillerato. No entiendo por qué entonces el gobierno decide justo lo contrario: poner vías más rígidas hacia estudios superiores en una época de polivalencia creciente y campos interdisciplinares.
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