De recitar el libro de texto al aprendizaje por proyectos. De clases magistrales a clases flipeadas o enseñanza individualizada. De uso de las TIC como mero soporte a cambio metodológico usando la tecnología cuando convenga. De grupos numerosos a ratios reducidas o a más docentes en una misma aula. De contenidos separados por materias y temas a visión interdisciplinar. De pura evaluación memorística a tener en cuenta todas las inteligencias y evaluación continua. De docente transmisor a profesor que motiva, guía y acompaña a sus alumnos. De tutorías para llenar la hora semanal a auténticos planes tutoriales personalizados. De manual escolar al mundo de Internet. De seguir un esquema rígido de temas a incorporar la actualidad y los intereses de los estudiantes a las lecciones de aula. De calificación unidireccional a coevaluación y trabajo cooperativo....
Creo que todos tenemos ya bastante claro cómo debe ser la nueva escuela (ya no es ni nueva de años que hace que se plantan estos mismos retos con diferentes siglas). El diagnóstico está claro, los modelos, evidentes. ¿Por qué no pasamos de A, un sistema que no funciona y que deja a un tercio de los alumnos fuera a B, una nueva pedagogía? Aquí viene el catálogo de excusas (tiempo, administración, dirección, poco apoyo entre compañeros...) y problemas reales (materiales dispersos, ratios, poca formación, recortes....) Ya es hora de pensar cómo solventar esos escollos que nos impiden pasar de A a B, de un buen modelo teórico a su realidad. Hagamos listas de lo que funciona para dar ese paso, no solo de buenos listados de lo que debería ser o lo que no sirve en educación. Si no, seguiremos años y años buscando el paradigma ideal sin ponernos a ello
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